Una correcta iluminación otorga a las marcas el poder de transmitir emociones, definir una atmósfera y, sobretodo, potenciar las ventas
Con sólo pasar ante un escaparate o cruzar la puerta de un establecimiento, empezamos a sentir emociones: en unas ocasiones nos ponemos alegres, en otras eufóricos, calmados, nerviosos… Y muchas veces ni siquiera somos conscientes de ello.
¿Qué provoca semejante fenómeno? Según estudios científicos, la luz que perciben nuestros ojos influye en el estado de ánimo o comportamiento de las personas. Por este y otros aspectos, la iluminación en el punto de venta es un factor decisivo en la experiencia de compra de cualquier marca:
• Atrae al público: una iluminación dinámica logra captar la atención de la gente, hace que se paren ante el escaparate.
• Moldea el ambiente deseado: con las tonalidades y las sombras adecuadas se puede conseguir que el cliente pase más tiempo en la tienda, muestre mayor predisposición a examinar los productos o trace un recorrido determinado.
• Ayuda a cerrar satisfactoriamente la visita: se puede facilitar que el cliente complete el proceso de compra iluminando la sección de probadores o cajas, resaltando un cartel promocional…
Según vemos, a través de la luz una marca puede llegar a controlar el comportamiento de sus clientes mientras éstos estén en su territorio: qué productos mirarán con más atención, por qué zonas del punto de venta se sentirán más atraídos…
Una correcta iluminación de un espacio comercial, así pues, otorga a las marcas el poder de transmitir emociones, definir una atmósfera y, sobretodo, potenciar las ventas. Eso sí, es necesario encontrar el punto de equilibrio entre el coste de la iluminación y las características visuales que ésta aporta al punto de venta.
En definitiva, si se emplea como es debido, la luz atraerá al cliente, potenciará la apreciación de un producto, impulsará el cierre de las ventas. Para lograrlo tan sólo debemos hacernos a la idea de que la iluminación del espacio comercial puede y debe ir mucho más allá que iluminar funcionalmente los productos o servicios.