A Eduardo Galeano le dijo un pajarito que las personas no estamos hechas de átomos sino de historias. No sé de qué tipo de ave se debía de tratar, pero si hubiese vivido en la era digital, ese pajarito probablemente se llamaría Twitter y le hubiese bastado con 140 caracteres.
Como ya dijimos en su día, el storytelling nunca ha pasado de moda. Nos gusta que nos cuenten historias y poder contar la nuestra desde las redes sociales. Pero en un entorno plagado de ellas, ¿qué mecanismos pueden utilizar las marcas para que escuchemos la suya? O, todavía mejor, ¿qué puntos de contacto existen entre las historias que cuentan las marcas y la historia de los clientes? El consumidor es cada vez más exigente y ya no le sorprende nada. Pensar cómo comunicar nuestra historia en un entorno digital está bien. Tener en cuenta la localización del consumidor para conectar con él está bien. Pero no es suficiente, hay que ir más allá.
La marca Durex hizo un ejercicio visionario con su campaña “The Love Bot”. Apartándose de la idea de pagar por una campaña clásica en redes sociales tratando de conectar con las vivencias de los usuarios a través del storytelling, decidió incidir directamente en la historia de ciertos usuarios de la comunidad de Twitter, demostrando cuál era el principal beneficio de su producto.
La campaña partía del concepto de que dos corazones rotos hacían un corazón entero. Durex, actuando como celestina, unía a través de un Tweet a personas que habían lanzado a la red algún mensaje de ruptura acompañado de un corazón partido para que pudiesen conocerse y así hacer surgir el amor de nuevo. ¿El resultado? ¡Echa un vistazo!
Aunque no todo son las redes. Los nuevos canales digitales como Snapchat son todo un hit y debemos tenerlos en cuenta, pero en The Mood Project creemos que un nuevo canal es simplemente una oportunidad todavía inexplorada, y que esta puede nacer en cualquier lugar en que la historia que cuenta nuestra marca y la del consumidor puedan encontrarse para aportar valor.
Un ejemplo perfecto de ello es el Mini Fashion Bar de Pimkie, que parte de una vivencia compartida por todas las personas que viajan: llenamos la maleta de “porsiacasos”, y cuando llegamos al hotel no tenemos ninguna pieza de ropa que acabe de gustarnos o con la que nos sintamos completamente cómodos. Para solucionar el problema, la marca recurre al mecanismo del minibar de hotel que en vez de permitirte coger la bebida que quieras en la misma habitación, te ofrece un armario lleno de ropa para que elijas lo que más te apetezca, y pagues al hacer el check out como sucede con cualquier otro servicio. Puedes echar una ojeada aquí:
En conclusión: debemos centrar nuestros esfuerzos en ser relevantes para el consumidor, estando allí en el momento adecuado y aportándoles beneficios reales. No sólo contar historias, sino vivir las suyas con ellos. Y convertirnos así, en una marca fuerte.