Cuando una “start-up” arranca, una fuerte energía impulsa los primeros movimientos: la idea, el modelo, la financiación, la presentación, el logo… De entre todos ellos la idea y la financiación son las que más atención consumen ya que son los pilares clave para el futuro desarrollo del negocio. Por ello, cada detalle del producto o servicio es considerado en profundidad para ir perfilando poco a poco el enfoque final.
Pero este foco y fuerte energía en ocasiones también nos puede llevar a la toma precipitada de decisiones estratégicas que luego nos va a ser muy costoso cambiar: el nombre, la identidad, el perfil del equipo, la comunicación, … Por ello conviene dedicarle un tiempo a reflexionar sobre cual es realmente nuestra propuesta de valor, cuan diferente es de la competencia y, sobre todo, evaluar cuan relevante es para el usuario final.
En este punto una correcta definición de la marca nos puede ayudar a definir un faro que inspire y alinee todas las acciones, ya sean de innovación, de comunicación y de identidad; y ayude a implementarlas en coherencia con la propuesta de valor y con consistencia entre todos los puntos de contacto.
Para ello es importante poder responder a estas 6 preguntas clave:
- ¿Conozco en profundidad al usuario y las tendencias que le afectan?
- ¿Tengo una propuesta de valor diferencial y sostenible con respecto a la competencia?
- ¿Es relevante para nuestra audiencia?
- ¿Tengo bien definidos los pilares de la marca y el posicionamiento deseado?
- ¿He definido la experiencia del usuario con mi marca en todos los momentos de contacto de la relación (online, offline y presenciales)?
- ¿Tengo en consecuencia a la experiencia un plan de implicaciones para el nombre, el producto, la identidad visual, la comunicación, el punto de venta, …?
Estas reflexiones iniciales suponen una gran ventaja competitiva ya que desde el minuto cero cualquier decisión / acción, por pequeña que sea, ya suma en la dirección adecuada suponiendo una optimización de recursos (escasos en estas primeras etapas) a la vez que una transmisión clara de la propuesta de valor.
Como consecuencia final, y más importante:
Disponer de una marca bien definida nos ayudará a construir una relación sólida con los diferentes públicos, tanto internos (empleados, colaboradores, socios…) así como externos (clientes, embajadores, influenciadores…) que generará valor, confianza y preferencia.