Hoy reflexionamos sobre la abundancia de información y experiencias que rige actualmente nuestras vidas. Queremos acceder a todo, en todo momento, de una manera rápida y gratificante. Pero… ¿a que nos lleva todo esto?
Ahora que Daft Punk acaban de estrenar nuevo disco, los viejos hits del dúo francés vuelven a tomar las radiofórmulas del mundo entero. Entre ellos, hay uno que nos atrapa especialmente. Quizás por su melodía fresca y machacona. Quizás por el mensaje profético que esconde. “Work It Harder. Make It Better. Do It Faster. Makes Us Stronger.” reza el estribillo. Una frase visionaria en 2001 que presagiaba un futuro tecnológico y desenfrenado donde todo sería mejor y más rápido. Una década después… no iban tan desencaminados.
Vivimos en un contexto de híper conexión en el que, gracias a la tecnología, podemos disponer de infinidad de información de manera inmediata. Tenemos acceso a “todo” cuando queremos y donde queremos y eso nos genera un hambre voraz de experiencias, productos y momentos, que deseamos consumir al instante, sin tener que esperar. Queremos que todo sea cada vez mejor y cada vez más rápido sin pensar en la influencia que esta aceleración ejerce en nuestras vidas. Las vivencias se agolpan, la información se acumula y a menudo recibimos más impulsos de los que somos capaces de procesar. Más artículos de los que podemos leer, más eventos de los que podemos disfrutar, más productos de los que podemos comprar… Una vorágine imparable que a menudo se convierte en frustración y estrés. En el momento de híper abundancia actual, cada vez que escogemos hacer, ver, leer o adquirir algo, debemos rechazar miles de propuestas simultaneas. Eso nos obliga a maximizar nuestras acciones para ser más productivos y poder hacer todo lo que nos apetece, nos interesa o nos llama la atención. Debemos tomar decisiones y necesitamos que alguien nos ayude a hacerlo ofreciéndonos las propuestas que más se adapten a nuestros gustos y necesidades.
El sociólogo polaco Zygmunt Bauman, define el momento actual como “tiempo líquido” refiriéndose a la importancia efímera que otorgamos a las cosas. Según sus teorías, somos individuos crónicamente “desarraigados” y como tal, somos incapaces de sentir apego por lo material. Deseamos acceder a todo sin lastres ni ataduras. Cada vez nos importa más el contenido en detrimento del continente. Así, algunos productos se convierten en servicios potenciales permitiéndonos sacarles provecho sin necesidad de compromiso. Los ejemplos son muchos y todos se han convertido ya en fórmulas de éxito. Propuestas como las de Spotify y Total Boox, que permiten escuchar, leer y descargar canciones/capítulos en lugar de adquirir los álbumes/libros enteros o el conocido caso de Bicing y demás servicios de Bike Sharing, son una buena muestra de este nuevo modelo de consumo eficiente y sostenible que el futuro nos depara.
La mayoría de estas experiencias surgen de la lucha contra el tiempo. Tenemos la necesidad de llegar a todo en el menor tiempo posible y necesitamos condensar cada momento con el fin de consumir más y mejor, sin perdernos nada. Por eso , los móviles se han reinventado para poder reunir esas tres condiciones en un solo aparato. Facebook, Twitter, códigos QR, realidad aumentada… todo está al alcance de nuestra mano gracias a la increíble tecnología de los smartphones; herramientas ya indispensables en nuestras vidas que nos permiten acceder a todo, en todo momento y en cualquier lugar.
Pero nada de todo esto sería suficientemente relevante, suficientemente gratificante si no pudiéramos compartirlo con los demás. Somos seres sociales y como tal necesitamos mostrar nuestras emociones y conocer las de los demás para adaptar nuestra conducta al medio en el que vivimos y, a la vez, reforzar nuestro status social. Así, aparecen las redes sociales y otras muchas propuestas que nos ayudan a estar permanentemente conectados con nuestro entorno y sacar provecho de ello. Originales iniciativas como la aplicación Seat ID que permite conocer los perfiles de los pasajeros que van a viajar en tu mismo vuelo, Tok TV que ofrece la posibilidad de comentar partidos de baseball con otros aficionados o Broadcast For Friends que permite retransmitir vídeos en directo a través de Facebook.
En este panorama vertiginoso, las marcas deben posicionarse con el fin de facilitar al usuario la toma de decisiones. Para ello, la comunicación ha de evolucionar con las nuevas formas de consumo, adaptar los contenidos al entorno móvil y asegurarse de que estén listos para consumir en poco tiempo y rodeados de una abundante competencia. Las experiencias de marca también deben adecuarse a las nuevas necesidades del consumidor ofreciéndoles la posibilidad de diferenciarse a través de la experiencia vivida y de satisfacer rápidamente sus necesidades para evitar las frustración de no poder abarcarlo todo. Ya no hay lugar para el error ni la palabrería. Las marcas deben proponerle al usuario exactamente lo que está buscando y así conseguir su fidelidad en un contexto donde cada vez es más difícil limitarse a una sola opción. Algunas marcas, sin embargo, empiezan a darse cuenta del estrés que implica esta híper conectividad y se desmarcan proponiendo experiencias diametralmente opuestas. Kit Kat, por ejemplo, creó zonas libres de wi-fi invitando a los transeúntes a tomarse un “respiro” de Internet y disfrutar de los pequeños placeres off-line de la vida. Los almacenes Selfridges de Londres, por su parte, concibieron una “habitación del silencio” donde los visitantes podían relajarse de la vorágine consumista despojados de sus zapatos, teléfonos móviles y cualquier otro gadget que pudiera distraerles durante la experiencia.
Deberíamos dejarnos abrumar por esta saturación de información o deberíamos aprender a desconectar de vez en cuando y sacarle el máximo provecho? “Do It Faster, Makes Us Stronger” repite el estribillo. Que suene de fondo mientras os lo pensáis.
Photo credit: antisocialtory / Foter.com / CC BY