Un monje debe guardar silencio. No debe dar a conocer sus pensamientos hasta ser interrogado.
De la película El nombre de la rosa.
1986
Hace unos meses asistí a una charla en la que la diseñadora e ilustradora Marta Cerdá nos contó sobre sus proyectos y su método de trabajo. Me quedé fascinada cuando nos contó que estuvo en un workshop sobre caligrafía en un monasterio francés donde llevaban una vida prácticamente igual que la de aquellos monjes del siglo XI, donde el silencio era la única compañía que tenían en su día a día.
En un entorno de trabajo así, sin conexión con el mundo exterior, Marta explicaba como sus láminas de caligrafía se desarrollaban con una precisión y belleza que no hubiese podido conseguir en un lugar de trabajo “normal”.
Y eso me hizo pensar en mi propio entorno de trabajo. Teléfono que no para de vibrar, ordenador lleno de referencias y memes, música a todo volumen… todo lo contrario a un tranquilo monasterio. ¿Es posible crear en un entorno hiperconectado?
Por supuesto, de hecho es una manera de conocer y comprender el mundo más allá de lo que tenemos en nuestro entorno más cercano y nos permite crear conceptos nunca vistos. Sin embargo, creo que hay determinados momentos (o proyectos) en los que el silencio puede ser nuestra mejor arma para desarrollar un proceso creativo eficaz.
Buscar una sala apartada dentro de la oficina, o directamente, buscar un lugar nuevo y apartado lejos de ella. Desconectar por completo de Internet, y con ello desconectar de las personas que te rodean. Porque el silencio está estrechamente unido a la soledad.
Debemos perder el miedo a esa palabra y aislarnos durante ciertos momentos (que pueden ser horas) para volver al mundo real con energías renovadas, con más fuerza y con las ideas más rompedoras. Así lo dijo Bill Gates en una charla TED en la que afirmó que “Cuando los psicólogos estudian la vida de las personas más creativas, descubren que son muy buenas intercambiando e introduciendo ideas, pero también son muy introvertidas. Esto es así porque la soledad es un ingrediente fundamental para la creatividad”.
Así que busca “ese monasterio” en el que reine el silencio y ve allí cuando necesites crear. El mundo real siempre te estará esperando.